LA ÉTICA Y LA ANTROPOLOGÍA MASÓNICA
José Carrasco y Ferrando
5 Abril de 2019
El español, Jaime Balmes y Urpiá,
filósofo, teólogo y sociólogo, muy vinculado con la doctrina de santo Tomás de
Aquino, dice que “las ideas morales no se nos han
dado como objetos de pura contemplación, sino como reglas de conducta; no son
especulativas, son eminentemente prácticas.”
Es un tema preocupante
y de actualidad, reconocer la cruda
realidad de la ausencia de un comportamiento ético en nuestras sociedades
occidentales. Un fiel reflejo de ello, son los numerosos escándalos ocurridos
en los últimos períodos en determinadas instituciones llamadas “venerables” como por ejemplo, Cruz Roja, Grandes Orientes,
Grandes Logias, Unicef, confesiones religiosas, y, en otro ámbito menos
respetado, empresas bancarias, organismos sociales, sindicales, partidos
políticos, etc., y demás organizaciones
que siguen, cada día, aflorando su descomposición dando testimonio de la
ausencia de aliento ético en dichas colectividades y en las personas que las
dirigen, siendo este un fenómeno alarmante en las actuales sociedades huérfanas
de una conducta decente. Da la impresión de que somos una especie que ha
perdido el sentido de la razón y es incapaz de mantener la balanza en equilibrio.
Es obvio
que, sin una suficiente valentía moral y ética, el desarrollo de configuración
de la vida comunitaria se debate agónicamente en un estado, por una parte, de
pragmatismo relativista, y por otra, en un exacerbado egoísmo, codicia,
banalidad, conformismo, rapacidad y soberbia, quedando como bloque de argamasa,
en un deterioro progresivo de la calidad humana. Cuanto más inconsciente son
las personas dentro de las asociaciones o naciones, es más probable que la
enfermedad patológica del Falso Ego, que en su ceguera es incapaz de ver el
sufrimiento que se infringe a sí mismo y a otros, adopte cualquier forma de
violencia o pretenda que se institucionalice la corrupción con apariencia
inocua y aceptable.
La
naturaleza del concepto de la ética y de la moral tiene muchas interpretaciones
cuando tratamos de llevarla al terreno de la práctica, entendiéndola como la
“praxis honorable” que ha de proteger a la sociedad de los ataques, de que
puede ser objeto, en cuanto a conductas y actitudes que conllevan comportamientos
concretos que, una vez realizados, pueden incardinarse en el ordenamiento jurídico
y demás normas sociales que deberían coincidir con la ética que los infunde.
La ética,
como sabemos, no es una ciencia exacta sino que ésta actúa en concretar algo
sobre nuestras intuiciones morales o de las teorías éticas previas, para
poder examinar “lo que es correcto”. Y
hay una gran posibilidad de formas de pensar en la justicia, la tolerancia,
etc., respecto de lo que es considerado.
Así que,
tenemos un abanico, dentro de los sistemas éticos y morales, para determinar lo
que sería “correcto o erróneo”. Veamos alguno de ellos:
Sócrates combatió enérgicamente el relativismo
moral que defendían los sofistas. Él pensaba que si cada uno entiende
por justo y por bueno una misma cosa de distinta manera, entonces la
posibilidad de entendimiento entre los hombres resultaría imposible: ¿cómo
decidir en una asamblea si una ley es justa o no, si cada uno entiende por
justo algo distinto? Por lo tanto la tarea más imperiosa es restaurar el valor
del lenguaje como vehículo de significados objetivos que sean válidos para la
sociedad. Y para efectuar esta labor es necesario tratar de definir
rigurosamente los conceptos morales, hasta llegar a una acepción universal.
Según Sócrates, únicamente sabiendo qué es la justicia se puede ser justo,
solamente conociendo qué es lo bueno se puede obrar bien, etc. a esta teoría se
le denomina intelectualismo moral. Pero hay que distinguir entre saber
teórico y saber práctico; el filósofo elige el saber práctico como modelo para
su teoría del saber moral. Y dice que, solamente es capaz de hacer leyes,
acciones, y dar consejos justos aquel que sabe qué es la justicia. Por
supuesto, alguien podría actuar justamente sin saber qué es la justicia, pero
en tal caso se tratará de un acierto puramente casual. Pero su teoría del
intelectualismo moral parece llevar una incongruencia. Es decir, ¿el que obra
injustamente sabiéndolo es más justo que el que obra justamente por ignorancia?
Pensamos que la respuesta de Sócrates sería que tal persona no sabía realmente
que obraba mal, por más que pensara que lo sabía, pues de haberlo sabido
realmente, no habría obrado mal. Aquí no hay lugar para consideraciones de
pecado o culpa sino de pura ignorancia.
La ética de Platón es eudemonista, es decir,
para él la ética está enfocada al logro del Bien supremo para el hombre, en
posesión del cual consiste la felicidad verdadera. Para Platón ese bien supremo
es el desarrollo auténtico de su personalidad como ser racional y moral, el recto cultivo de su alma, el bienestar general y armonioso de su vida. En
resumen, este filósofo aceptó la identificación socrática de la virtud con el
conocimiento y se agarró a la idea de que la virtud es conocimiento y es
enseñable, y también a la idea de que nadie opta por el mal a sabiendas y a
posta. (Intelectualismo moral).
El
pensamiento de Kant sobre el derecho
está incluido dentro de su concepción ética. El problema de la moralidad viene
planteado en su famosa “Crítica de la razón práctica”, donde comienza por
repudiar los sistemas morales existentes, porque todos ellos son finalistas,
o sea, porque en todos ellos el hombre obra para conseguir un fin (la perenne
prosperidad) y el proceder así no es un
obrar moral. Es necesario que el hombre obre pura y simplemente por respeto a
la ley y no por ninguna otra consideración, como puede ser la coacción o la
esperanza de una recompensa; dicho de otra manera propone sustituir los imperativos
hipotéticos por imperativos categóricos, es
decir, que obligue de modo absoluto e incondicionado para todos.
Por ejemplo, “que la norma de tu conducta sea erigida en norma de conducta
universal”. Con lo que resulta que la moral kantiana es autónoma y formal; autónoma,
porque la norma de conducta no le es ofrecida al sujeto (a diferencia de lo que
ocurre en los sistemas clásicos heterogéneos), sino construida por éste mismo; formal, porque en el imperativo no
existen contenidos materiales, no se mandan ni prohíben comportamientos
concretos (no matar, amar al prójimo, etc.)
Por lo que,
el imperativo
categórico de Kant así formulado no resulta tan absoluto
como Kant creía, ya que con él en la mano podría llegar a justificar como
moralmente buena cualquier conducta delictiva, como advirtió Hegel. Un
terrorista, anarquista o mafioso, por ejemplo, puede pretender que su conducta
se transforme en norma de conducta universal, puesto que eso es precisamente lo
que persigue su creencia, con lo que serían moralmente buenos los actos que
realiza.
En las
tradiciones morales, como por ejemplo, en la Iglesia Católica y otras creencias
cristianas, tienen razón cuando indican que el relativismo, la creencia de que
no existe una verdad absoluta que la conducta humana, es uno de los
trastornos de nuestra época.
Las demás instituciones
filosóficas, filantrópicas, el Budismo, etc., tienen sus propias reglas
ideológicas acerca de las mismas en el comportamiento deontológico de sus componentes.
Y en las instituciones
iniciáticas, como en la masonería universal, existe para sus miembros, un
código de comportamiento moral y social
cuyo fin es lograr el perfeccionamiento y la superación de la persona como
medio, con el objeto de mejorar a la sociedad que la rodea y así poder lograr
el gozo y la fraternidad universal.
Pero, ¿qué papel juega la ética en la Masonería?
La Masonería,
como tradición Iniciática, invita a
los adeptos a entrar en el santuario de la antropología masónica a través del
camino iniciático hasta un total desarrollo y despertar.
Existen
diversas antropologías propuestas por
las escuelas filosóficas, las cuales las clasifican resumiéndolas, siguiendo varios criterios. Por ejemplo, las religiosas y las laicas; y las que son
exclusivas o no.
Las
antropologías religiosas estudian al hombre en su relación con Dios,
considerándolo como su creador; siendo éstas exclusivas porque están basadas en
determinados valores específicos, ya que únicamente se aceptan aquellos
principios concretos de una religión en cuestión, y no otros.
Sin embargo,
las laicas definen la naturaleza del hombre prescindiendo de tal relación con
lo divino, siendo éstas no
exclusivistas si se basan en valores comunes,
es decir, en principios
pertenecientes tanto a su propia
antropología como a otras,
¿Cómo podemos definir la antropología masónica? Según el profesor Giuliano Di
Bernardo, eminente conocedor de nuestra institución, identifica la antropología
masónica como laica porque solo enfatiza el estudio de un aspecto particular
del hombre, haciendo hincapié en el perfeccionamiento ético del mismo, sin
dejar de considerar otras cualidades que lo caracterizan al bosquejar su propia
imagen
En la Psicología, la vida psíquica del humano
es el resultado de la simbiosis entre los dos cerebros que forman el llamado
Hemisferio Cerebral Izquierdo, cerebro cognitivo; mientras que el Hemisferio Cerebral Derecho es
global y está conectado con el resto de la inteligencia
en el universo, la fuerza creativa. Pues bien, es importante destacar que
este Hemisferio Cerebral Derecho es ético, no moral. Y precisamos
distinguir estos dos conceptos porque la mayoría confunde estas acepciones,
incluso las religiosas y las instituciones filosóficas que consideran ético lo
que es moral. Dicho esto, la auténtica
ética está grabada en la conciencia
ontogenética, o sea, en el origen y desarrollo de la persona. Cabe destacar
que, en el claustro materno la ontogenia del ser que va a nacer reproduce las
etapas básicas de la filogenia de la especie humana. Así, la filogenia en el
contexto de la biología alude al origen y la evolución de la especie y,
también, hace referencia a los vínculos de parentesco entre las personas. Por
lo que, para conocer la filogenia de un individuo se debe de estudiar, como
hace la Criminología, el ADN, tanto su anatomía como su morfología, entre otras
características.
La
moral es otra cuestión que establece un conjunto de normas cambiantes según la
época, que la sociedad se encarga de transmitir de generación en generación.
Aquí impera el principio prescriptivo, legal y obligatorio que reside en una
presión externa. Mientras que en la
ética el impulso del valor captado y apreciado viene del interior de la
persona. En cambio que, la moral tiene
una base social derivada de las normas o leyes establecidas en el seno de la
sociedad. Sin embargo, en la ética el individuo reflexiona interiormente sobre
esas pautas de la base social y elige la más apropiada y justa.
Como
hemos expuesto, quedan deslindadas las dos acepciones, generalmente confundidas;
y, aunque tienen similitudes en lo que concierne a la manera de comportarse en la medida que consideren las
normas como buenas o malas; sin embargo,
sus orígenes son totalmente diferentes al estar la auténtica ética grabada
interiormente en la conciencia ontogenética, y la moral derivada del mundo
exterior a través del canon establecido por
una determinada sociedad, según el tiempo.
Concluyo
con unas palabras del eminente jurista y filósofo romano, Marco Tulio Cicerón, en las que deberíamos reflexionar todos, cuando nos dice en
sus “Oficios “: “Yerran, pues, maliciosamente los hombres corrompidos, cuando asidos de
alguna cosa que les parece útil, al punto la separan de lo ético y honesto. De
aquí provienen los hurtos, robos, asesinatos, desafueros, mezquindades etc.; de
aquí la dominación insufrible del demasiado poder. Porque ven los hombres los
provechos de las cosas con sus errados juicios, y no ven el castigo, no ya de
las leyes que muchas veces quebrantan sino de su propia torpeza y perjuicio a
los demás, que aún es más cruel.”