domingo, 12 de mayo de 2019



LA ÉTICA Y LA ANTROPOLOGÍA MASÓNICA


José Carrasco y Ferrando

5 Abril de 2019


El español, Jaime Balmes y Urpiá, filósofo, teólogo y sociólogo, muy vinculado con la doctrina de santo Tomás de Aquino, dice que “las ideas morales no se nos han dado como objetos de pura contemplación, sino como reglas de conducta; no son especulativas, son eminentemente prácticas.”

Es un tema preocupante y de actualidad, reconocer la  cruda realidad de la ausencia de un comportamiento ético en nuestras sociedades occidentales. Un fiel reflejo de ello, son los numerosos escándalos ocurridos en los últimos períodos en determinadas instituciones llamadas “venerables”  como por ejemplo, Cruz Roja, Grandes Orientes, Grandes Logias, Unicef, confesiones religiosas, y, en otro ámbito menos respetado, empresas bancarias, organismos sociales, sindicales, partidos políticos, etc., y demás  organizaciones que siguen, cada día, aflorando su descomposición dando testimonio de la ausencia de aliento ético en dichas colectividades y en las personas que las dirigen, siendo este un fenómeno alarmante en las actuales sociedades huérfanas de una conducta decente. Da la impresión de que somos una especie que ha perdido el sentido de la razón y es incapaz de mantener la balanza  en equilibrio.

Es obvio que, sin una suficiente valentía moral y ética, el desarrollo de configuración de la vida comunitaria se debate agónicamente en un estado, por una parte, de pragmatismo relativista, y por otra, en un exacerbado egoísmo, codicia, banalidad, conformismo, rapacidad y soberbia, quedando como bloque de argamasa, en un deterioro progresivo de la calidad humana. Cuanto más inconsciente son las personas dentro de las asociaciones o naciones, es más probable que la enfermedad patológica del Falso Ego, que en su ceguera es incapaz de ver el sufrimiento que se infringe a sí mismo y a otros, adopte cualquier forma de violencia o pretenda que se institucionalice la corrupción con apariencia inocua y aceptable.

La naturaleza del concepto de la ética y de la moral tiene muchas interpretaciones cuando tratamos de llevarla al terreno de la práctica, entendiéndola como la “praxis honorable” que ha de proteger a la sociedad de los ataques, de que puede ser objeto, en cuanto a conductas y actitudes que conllevan comportamientos concretos que, una vez realizados, pueden incardinarse en el ordenamiento jurídico y demás normas sociales que deberían coincidir con la ética que los infunde.

La ética, como sabemos, no es una ciencia exacta sino que ésta actúa en concretar algo sobre nuestras intuiciones morales o de las teorías éticas previas, para poder  examinar “lo que es correcto”. Y hay una gran posibilidad de formas de pensar en la justicia, la tolerancia, etc., respecto de lo que es considerado.

Así que, tenemos un abanico, dentro de los sistemas éticos y morales, para determinar lo que sería “correcto o erróneo”. Veamos alguno de ellos:
Sócrates combatió enérgicamente el relativismo moral que defendían los sofistas. Él pensaba que si cada uno entiende por justo y por bueno una misma cosa de distinta manera, entonces la posibilidad de entendimiento entre los hombres resultaría imposible: ¿cómo decidir en una asamblea si una ley es justa o no, si cada uno entiende por justo algo distinto? Por lo tanto la tarea más imperiosa es restaurar el valor del lenguaje como vehículo de significados objetivos que sean válidos para la sociedad. Y para efectuar esta labor es necesario tratar de definir rigurosamente los conceptos morales, hasta llegar a una acepción universal. Según Sócrates, únicamente sabiendo qué es la justicia se puede ser justo, solamente conociendo qué es lo bueno se puede obrar bien, etc. a esta teoría se le denomina intelectualismo moral. Pero hay que distinguir entre saber teórico y saber práctico; el filósofo elige el saber práctico como modelo para su teoría del saber moral. Y dice que, solamente es capaz de hacer leyes, acciones, y dar consejos justos aquel que sabe qué es la justicia. Por supuesto, alguien podría actuar justamente sin saber qué es la justicia, pero en tal caso se tratará de un acierto puramente casual. Pero su teoría del intelectualismo moral parece llevar una incongruencia. Es decir, ¿el que obra injustamente sabiéndolo es más justo que el que obra justamente por ignorancia? Pensamos que la respuesta de Sócrates sería que tal persona no sabía realmente que obraba mal, por más que pensara que lo sabía, pues de haberlo sabido realmente, no habría obrado mal. Aquí no hay lugar para consideraciones de pecado o culpa sino de pura ignorancia.

La ética de Platón es eudemonista, es decir, para él la ética está enfocada al logro del Bien supremo para el hombre, en posesión del cual consiste la felicidad verdadera. Para Platón ese bien supremo es el desarrollo auténtico de su personalidad como ser racional y moral,  el recto cultivo de su alma, el  bienestar general y armonioso de su vida. En resumen, este filósofo aceptó la identificación socrática de la virtud con el conocimiento y se agarró a la idea de que la virtud es conocimiento y es enseñable, y también a la idea de que nadie opta por el mal a sabiendas y a posta. (Intelectualismo moral).

El pensamiento de Kant sobre el derecho está incluido dentro de su concepción ética. El problema de la moralidad viene planteado en su famosa “Crítica de la razón práctica”, donde comienza por repudiar los sistemas morales existentes, porque todos ellos son finalistas, o sea, porque en todos ellos el hombre obra para conseguir un fin (la perenne prosperidad) y el proceder  así no es un obrar moral. Es necesario que el hombre obre pura y simplemente por respeto a la ley y no por ninguna otra consideración, como puede ser la coacción o la esperanza de una recompensa; dicho de otra manera propone sustituir los imperativos hipotéticos por imperativos categóricos, es decir,  que obligue  de modo absoluto e incondicionado para todos. Por ejemplo, “que la norma de tu conducta sea erigida en norma de conducta universal”. Con lo que resulta que la moral kantiana es autónoma y formal; autónoma, porque la norma de conducta no le es ofrecida al sujeto (a diferencia de lo que ocurre en los sistemas clásicos heterogéneos), sino construida por éste mismo; formal, porque en el imperativo no existen contenidos materiales, no se mandan ni prohíben comportamientos concretos (no matar, amar al prójimo, etc.)

Por lo que, el imperativo categórico de  Kant así formulado no resulta tan absoluto como Kant creía, ya que con él en la mano podría llegar a justificar como moralmente buena cualquier conducta delictiva, como advirtió Hegel. Un terrorista, anarquista o mafioso, por ejemplo, puede pretender que su conducta se transforme en norma de conducta universal, puesto que eso es precisamente lo que persigue su creencia, con lo que serían moralmente buenos los actos que realiza.

En las tradiciones morales, como por ejemplo, en la Iglesia Católica y otras creencias cristianas, tienen razón cuando indican que el relativismo, la creencia de que no existe una verdad absoluta que la conducta humana, es uno de los trastornos de nuestra época.

Las demás instituciones filosóficas, filantrópicas, el Budismo, etc., tienen sus propias reglas ideológicas acerca de las mismas en el comportamiento  deontológico de sus componentes.

Y en las instituciones iniciáticas, como en la masonería universal, existe para sus miembros, un código de comportamiento  moral y social cuyo fin es lograr el perfeccionamiento y la superación de la persona como medio, con el objeto de mejorar a la sociedad que la rodea y así poder lograr el gozo y la fraternidad universal.

Pero, ¿qué papel juega la  ética en la Masonería?

La Masonería, como tradición Iniciática, invita a los adeptos a entrar en el santuario de la antropología masónica a través del camino iniciático hasta un total desarrollo y despertar.

Existen diversas  antropologías propuestas por las escuelas filosóficas, las cuales las clasifican resumiéndolas, siguiendo varios criterios. Por ejemplo, las religiosas y las laicas; y las que son exclusivas o no.

Las antropologías religiosas estudian al hombre en su relación con Dios, considerándolo como su creador; siendo éstas exclusivas porque están basadas en determinados valores específicos, ya que únicamente se aceptan aquellos principios concretos de una religión en cuestión, y no otros.

Sin embargo, las laicas definen la naturaleza del hombre prescindiendo de tal relación con lo divino, siendo éstas no exclusivistas si se basan en valores comunes, es decir, en principios  pertenecientes tanto a  su propia antropología como a otras,

¿Cómo podemos definir  la antropología masónica? Según el profesor Giuliano Di Bernardo, eminente conocedor de nuestra institución, identifica la antropología masónica como laica porque solo enfatiza el estudio de un aspecto particular del hombre, haciendo hincapié en el perfeccionamiento ético del mismo, sin dejar de considerar otras cualidades que lo caracterizan al bosquejar su propia imagen

En la Psicología, la vida psíquica del humano es el resultado de la simbiosis entre los dos cerebros que forman el llamado Hemisferio Cerebral Izquierdo, cerebro cognitivo; mientras que el Hemisferio Cerebral Derecho es global y  está conectado con el resto de la inteligencia en el universo, la fuerza creativa. Pues bien, es importante destacar que este  Hemisferio Cerebral Derecho es ético, no moral. Y precisamos distinguir estos dos conceptos porque la mayoría confunde estas acepciones, incluso las religiosas y las instituciones filosóficas que consideran ético lo que es moral. Dicho esto, la auténtica ética está grabada en la conciencia ontogenética, o sea, en el origen y desarrollo de la persona. Cabe destacar que, en el claustro materno la ontogenia del ser que va a nacer reproduce las etapas básicas de la filogenia de la especie humana. Así, la filogenia en el contexto de la biología alude al origen y la evolución de la especie y, también, hace referencia a los vínculos de parentesco entre las personas. Por lo que, para conocer la filogenia de un individuo se debe de estudiar, como hace la Criminología, el ADN, tanto su anatomía como su morfología, entre otras características.
La moral es otra cuestión que establece un conjunto de normas cambiantes según la época, que la sociedad se encarga de transmitir de generación en generación. Aquí impera el principio prescriptivo, legal y obligatorio que reside en una presión externa. Mientras que  en la ética el impulso del valor captado y apreciado viene del interior de la persona. En cambio que, la moral  tiene una base social derivada de las normas o leyes establecidas en el seno de la sociedad. Sin embargo, en la ética el individuo reflexiona interiormente sobre esas pautas de la base social y elige la más apropiada y justa.
Como hemos expuesto, quedan deslindadas las dos acepciones, generalmente confundidas; y, aunque tienen similitudes en lo que concierne a la manera de  comportarse en la medida que consideren las normas como buenas o malas; sin embargo,  sus orígenes son totalmente diferentes al  estar la auténtica ética grabada interiormente en la conciencia ontogenética, y la moral derivada del mundo exterior a través del canon establecido por  una determinada sociedad, según el tiempo.
Concluyo con unas palabras del eminente jurista y filósofo romano, Marco Tulio Cicerón, en las que deberíamos reflexionar todos, cuando nos dice en sus  “Oficios “: “Yerran, pues, maliciosamente los hombres corrompidos, cuando asidos de alguna cosa que les parece útil, al punto la separan de lo ético y honesto. De aquí provienen los hurtos, robos, asesinatos, desafueros, mezquindades etc.; de aquí la dominación insufrible del demasiado poder. Porque ven los hombres los provechos de las cosas con sus errados juicios, y no ven el castigo, no ya de las leyes que muchas veces quebrantan sino de su propia torpeza y perjuicio a los demás, que aún es más cruel.”