EL MISTICISMO
La palabra misticismo es usada
o mal interpretada hoy día por el mundo
profano, porque suelen asociarla a lo misterioso, o sea a los sobrenatural o
inexplicable. Y el misterio es comúnmente relacionado con la magia o con la artimaña.
Sin embargo, nada tienen que ver éstas cosas con el misticismo.
En pocas palabras ¿qué es el misticismo? El misticismo se
ocupa de la búsqueda de la verdad o de los valores eternos. Podríamos decir que
es un medio por el cual la persona adquiere una consciencia interna de la causa
primaria de todo. Pudiendo llamar a ese principio Dios, Gran Arquitecto del
Universo, Mente Divina Universal, etc.
El Misticismo no puede reconocer
ni color ni credo; y en este elemento se basa su seguridad a través de la cual, progresivamente, uno
podrá lograr tomar conciencia de su Ser.
El Misticismo no sólo nos enseña ésto, sino también que es una esencia
universal que llena toda la naturaleza y que se manifiesta de muchas maneras,
tales como la cohesión y la adhesión.
¿Acaso,
no es cierto que hay un movimiento, dentro
y fuera de las religiones, con una sensibilidad y espíritu fraternal invadiendo
todo el mundo? ¿No es verdad que una
gran parte de la población mundial está tomando conciencia de que la humanidad
se enfrenta a una alternativa concluyente: evolucionar o sucumbir? ¿Por qué
será? Con toda la riqueza de la cual se jactan los países desarrollados, con su
“bienestar social” y el materialismo exacerbado, cabe preguntarse ¿está la
mayoría de la gente que en ellos vive satisfecha? ¿No sucede, por ventura, que
todas las clases sociales sufren de un descontento interno, que es para el
espíritu lo que el cáncer es para el cuerpo? Todo esto es, sencillamente, una
indicación de que las Almas de las personas están tratando de comprender el
panorama que se cierne sobre el futuro. Están esperando una nueva
interpretación de las “Leyes” eternas para que sean comprendidas y aplicadas en
esta nueva Era. Estamos experimentando que el pensamiento mecanicista y atómico
se está desmoronando, que los viejos patrones sociales y mentales también están
llegando a su fin, y se empieza a vislumbrar una nueva dimensión de conciencia
en las personas, que cuando florezca la divinidad de la naturaleza se revelará
con toda claridad ante nuestros ojos.
La
mayoría de las escuelas filosóficas, y las religiones generalmente, derivan su
cuerpo de conocimiento por medio del proceso místico. Es decir, su conocimiento
fue obtenido a través de la armonización directa del hombre con la Mente Universal. Sin embargo, algunas
religiones no buscan perpetuar el proceso místico entre su feligresía, porque esta
andadura era únicamente válida para sus
fundadores, y sus seguidores debían aceptar la experiencia por medio de
intermediarios en base únicamente de la fe. Estamos llegando al final del
camino de las ideologías, de las teologías y de los métodos de creencias.
Si
descuidamos o negamos los aspectos espirituales de nuestro ser, no vivimos la
vida con entera plenitud, produciéndonos un cierto vacío y malestar. No basta
la satisfacción de las necesidades emocionales, materiales e intelectuales para
mantenernos de un modo completo y equilibrado. Por eso, hay mucha hambre
espiritual en este mundo y cada vez son más las personas que buscan senderos
espirituales, bien a través de las religiones tradicionales, de otras creencias
foráneas, o de escuelas filosóficas.
El
estudio religioso o filosófico, estimula el proceso místico para cada ser
humano; es un medio de derivar conocimiento directo de la fuente universal; de
mirar dentro de uno mismo para encontrar las respuestas a la naturaleza de las
cosas; o sea, es un asunto de introspección.
Pero,
¿cómo concebir el espíritu? Podríamos decir, de manera muy simple, que es como
una energía que no pertenece al mundo material. Es, por analogía a los campos
gravitatorios o magnéticos, que no son cosas materiales pero poseen fuerza y
energía. Por lo tanto, la vida misma y la conciencia tienen aspectos
indiscutiblemente no materiales, como nuestros pensamientos. Negar el espíritu
es no admitir la existencia de fenómenos no materiales. La transformación de la
conciencia, como nueva espiritualidad está naciendo fuera de las actuales
organizaciones institucionalizadas.
El tema
de la discusión del espíritu, a nivel científico, fue lo que separó a los psiquíatras
Freud y Jung. Éste último, desde un ángulo holístico, decía que el malestar de
las personas mayores estaba originado, principalmente, por “crisis espirituales no resueltas.” Y concebía a cada ser
humano como “un peregrino en la búsqueda espiritual individualizada.” Es decir,
consideraba la vida como un viaje lleno de sorpresas gratas, desafíos y
experiencias que, una vez nos daban alegrías y otra, pesares. Es más decía que “El hombre moderno no comprende hasta qué
punto su racionalismo (…) le ha dejado a merced del infierno psíquico. Se ha
liberado a sí mismo de la superstición (o eso piensa), pero con ello ha perdido
sus valores espirituales hasta un extremo muy peligroso. Su tradición moral y
espiritual se ha desintegrado, y ahora está pagando el precio de este fracaso
con la desorientación y la disociación en todo el mundo occidental.”
Sin
embargo su maestro, Freud, desde un punto de vista materialista, negaba la
existencia del espíritu en el ser humano y creía que la desazón de la vida era “una manifestación de un trastorno psíquico.”
Y la solución a ese malestar se
remediaba con el psicoanálisis y los medicamentos. Este insigne maestro definió
a la neurosis como el hecho de alejarse del Yo, es decir, del Ser. Nuestro
cuerpo como vehículo tangible no nos puede
transportar a esa otra realidad intangible más profunda que siendo invisible la podemos apreciar en
nuestro interior como el Ser que nos anima más allá de la forma externa.
Los
logros tecnológicos que ha alcanzado la humanidad en todos los campos son
sorprendentes, pero en cambio, es evidente que existe una disfunción colectiva,
una neurosis instalada en el interior profundo del ser humano, que impulsada
por el egoísmo, la codicia, la violencia y el ansia de poder, sobre todo, nos
arrastran con gran fuerza hacia la destrucción.
El
espíritu no es patrimonio de nadie, aunque es de reconocer que tiene una vital
importancia en las enseñanzas religiosas. Pero también existen muchas personas
que sin pertenecer a ninguna comunidad eclesiástica,
o instituciones iniciáticas, puedan desarrollarse espiritualmente. Se puede ser
miembro de una Orden sin ser espiritual, y seguir los rituales como una
conducta simplemente automática
preestablecida. En cambio, la práctica espiritual acrecienta la vida
llenándonos de satisfacción, bien seamos místicos o no.
Todos
los grandes Maestros sean, cristianos, taoistas, cabalistas judíos, brahmanes
hindúes, sufíes, gnósticos, budistas, musulmanes, etc., están volcados al
despertar espiritual de la persona. Sus enseñanzas están basadas en explorar el
mundo interior como los misterios del Universo, en el amor fraternal, en la compasión y la beneficencia.
Siendo el camino espiritual el orden, el Cosmos, nunca el Caos, la destrucción de las personas. Y la angustia
del ser humano es uno de los factores fundamentales del “cocido” esotérico, que,
si se sabe preparar alquímicamente, se convierte en dicha.
Nos
dice Elie Wiesel que, “Hay mil y una
puertas que conducen al huerto de la verdad mística. Cada ser humano tiene su
propia puerta. No tenemos que cometer la
torpeza de querer entrar en el huerto por una puerta que no sea la nuestra.”
La vida
espiritual dirige la música del alma para que la podamos oír. Si permanecemos
orincados únicamente en el hedonismo, en el intelecto, en las emociones o en
dogmatismos, hace que el alma se torne estridente y desafinada.
Un
Venerable Maestro chino enseñaba a sus discípulos que para practicar cualquier
destreza, hay que entenderlo en tres planos: el físico o técnico, el
mental o ideacional, y, el
espiritual o integral. Si tomamos por ejemplo el arte de la poesía, la
pintura, o de la música, primero tenemos
que aprender sus técnicas, y una vez asimiladas esas habilidades artísticas el intérprete
debe absorber y plasmar el espíritu del lenguaje, de la pintura o de la música
para poder reflejar ese espíritu a los demás. Por lo tanto, el sendero del
progreso espiritual es muy similar al perfeccionamiento literario, musical,
pictórico, o deportivo.
Por el
contrario, significativos personajes científicos, filósofos, etc. se basan en
opiniones puramente materialistas negando el aspecto espiritual de la persona,
y sostienen, en sus puntos de vista, que solamente el conocimiento es un estado electroquímico
de nuestro cerebro y nada más. Pero su razonamiento no lo pueden explicar y se
queda en una pura declaración. Por ejemplo, ¿cómo surge la conciencia cósmica?
Uno de
los más intrigantes de los llamados misterios de la vida se expresa en la
pregunta: ¿Por qué estamos aquí? Hay
momentos en que las cosas desconcertantes, inseguras e irritantes de la vida
mundana adquieren tanto dominio en nuestros intereses y actividades que
perdemos el ánimo y la esperanza en nuestros esfuerzos por alcanzar un grado
mayor de felicidad y provecho que consideramos es nuestra justa recompensa del
Universo. Es precisamente, cuando nos inclinamos a preguntarnos por qué estamos
aquí, qué razón lo justifica. Necesitamos saber qué propósito hay para cada uno
de nosotros en esta vida, que justifique nuestras luchas actuales, con sus, alegrías
privaciones, desilusiones, sufrimientos, etc. La filosofía, la ciencia, religión, la teología, la metafísica y el
misticismo tienen explicaciones variadas
para esta pregunta.
Los
teólogos afirman que estamos aquí porque esa es la voluntad de Dios. El punto
de vista estrictamente materialista nos dice que estamos aquí por pura
casualidad o por acciones y reacciones químicas. Los Místicos propugnan que
estamos aquí porque tenemos una parte que desempeñar en el plan cósmico
universal de las cosas, y que evolucionaremos a medida que cumplamos con
nuestro objetivo. Mantienen que tenemos una misión en la vida, y que podemos
descubrirla, comprenderla y sentirnos en libertad de aceptarla o rechazarla. El
misticismo se ocupa de explicar la razón de por qué el hombre tiene una
existencia física, y lo que debe hacer para que esta experiencia de vida valga
la pena. Por lo tanto, el misticismo es el resultado de un estudio filosófico
práctico, que no tiene nada que ver con lo prodigioso. En el campo de la filosofía y la
espiritualidad mística, el teósofo Rudolf Steiner, fundador de la antroposofía,
nos dice que, “En todo ser humano duermen
facultades por medio de las cuales uno puede adquirir por sí mismo un
conocimiento de mundos superiores. Los místicos, los agnósticos y los teósofos,
todos hablan de un mundo de alma y espíritu para ellos tan real como el mundo físico que vemos con los ojos y tocamos
con las manos.”
Y concluyo
con unas palabras de Albert
Einstein, quien dijo: “La mejor emoción
de la que somos capaces es la emoción mística. En ella está el germen de todo
arte y de toda verdadera ciencia (…) el núcleo del verdadero sentimiento
místico. En este sentido, y únicamente en este sentido, me incluyo entre los hombres
profundamente religiosos.”
Confío
que la vida nos proporcione la experiencia que sea más útil para la evolución
de nuestra conciencia.
JOSE CARRASCO Y FERRANDO
Abogado-Criminólogo y Profesor universitario
A los nueve días del mes de enero del año dos mil diez.
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